miércoles, 21 de julio de 2010

El problema fundamental de la filosofía. Contraposición radical entre materialismo e idealismo

El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser. Desde los tiempos remotísimos en que el hombre, sumido en la mayor ignorancia acerca de su organismo y excitado por las imágenes de los sueños, dio en creer que sus pensamientos y sus sensaciones no eran funciones de su cuerpo sino de un alma especial que moraba en ese cuerpo y lo abandonaba al morir; desde aquellos tiempos, el hombre tuvo forzosamente que reflexionar acerca de las relaciones de esta alma con el mundo exterior. Si el alma se separaba del cuerpo al morir, si sobrevivía, no había razón para asignarle a ella una muerte propia; así surgió la idea de la inmortalidad del alma, idea que en aquella fase de desarrollo no se concebía, ni mucho menos, como un consuelo, sino como una fatalidad ineluctable, y no pocas veces, cual entre los griegos, como un verdadero infortunio. No fue la necesidad religiosa de consuelo, sino la perplejidad, basada en una ignorancia generalizada, de no saber qué hacer con el alma -ya que se había admitido su existencia- después de morir el cuerpo, lo que condujo por doquier a la absurda fábula de la inmortalidad del hombre. Por caminos muy semejantes, mediante la personificación de los poderes naturales, surgieron también, los primeros dioses, que luego, al ir desarrollándose la religión, fueron tomando un aspecto cada vez más ultramundano, hasta que, por último, por un proceso natural de abstracción, casi diríamos de destilación que se produce en el transcurso del desarrollo espiritual, de los muchos dioses más o menos circunscritos y con campos de acción que se limitaban mutuamente los unos a los otros, brotó en las cabezas de los hombres la idea de un Dios único y exclusivo, propio de las religiones monoteístas.

El problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza, problema supremo de toda filosofía, tiene pues, sus raíces al igual que toda religión, en las ideas limitadas e ignorantes del estado de salvajismo. Pero no pudo plantearse con toda nitidez, ni pudo  adquirir su plena significación hasta que la humanidad europea no despertó del prolongado letargo de la Edad Media cristiana. El problema de la relación entre el pensar y el ser, problema que, por lo demás, tuvo también gran importancia entre los escolásticos de la Edad Media: la cuestión de saber qué es lo primario, si el espíritu y la naturaleza revertía frente a la Iglesia la forma agudizada siguiente: el mundo fue creado por Dios, o existe desde toda una eternidad.

Los filósofos se dividían en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban el carácter primario del espíritu frente a la naturaleza y por tanto admitían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma (y en muchos filósofos, por ejemplo en Hegel, el génesis es a menudo bastante más embrollado e inverosímil que en la religión cristiana) integraban el campo idealista. Los otros, los que repuntaban la naturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del materialismo.

Las expresiones idealismo y materialismo no tuvieron, en un principio, otro significado, ni aquí las emplearemos nunca en otro sentido.

Carlos Marx (1818-1883)


...Pero el problema de la relación entre el pensar y ser encierra, además, otro aspecto, a saber: ¿qué relación guardan nuestro pensamientos acerca del mundo que nos rodea con este mismo mundo? ¿Es nuestro pensamiento capaz de conocer al mundo real? ¿Podemos nosotros, en nuestras ideas y conceptos en torno al mundo real, formarnos una imagen refleja exacta de la realidad? En el lenguaje filosófico, esta pregunta se conoce con el nombre del problema de la identidad entre el pensar y el ser y es contestada afirmativamente por la gran mayoría de los filósofos.

Pero al lado de éstos, hay otra serie de filósofos que niegan la posibilidad de conocer el mundo o por lo menos, de conocerlo de un modo completo. Entre ellos tenemos, de los modernos, a Hume y a Kant, que han desempeñado un papel muy considerable en el desarrollo de la filosofía.

(Engels, Federico. Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. En Marx, Carlos y Engels Federico. Obras escogidas en dos tomos. Tomo II. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1963. Páginas 388-390)

La filosofía que enseña que la propia naturaleza física es un derivado, es una filosofía puramente clerical. Su carácter en nada está modificado por el celo de Bogdánov en repudiar cualquier religión. Dühring también era ateo: proponía incluso prohibir la religión en su régimen "socialitario". Y sin embargo, Engels tenía toda la razón cuando demostraba que el "sistema" de Dühring no ata cabos sin religión. Lo mismo ocurre con Bogdánov, con la esencial diferencia de que el párrafo citado no es en él una inconsistencia fortuita, sino la esencia de su "empirio-monismo" y de toda su "sustitución". Si la naturaleza es un derivado, de suyo se comprende que no puede derivar más que de algo que sea más grande, más rico, más vasto, más potente que la naturaleza, de algo que existe, pues, para "producir" la naturaleza, hay que existir independientemente de la naturaleza. En ruso ese algo se llama Dios.

Los filósofos idealista siempre se han esforzado por modificar este último término, por hacerlo más abstracto, más nebuloso y el mismo tiempo (para mayor verosimilitud) por acercarlo a lo "síquico", como "complejo inmediato", como lo directamente dado que no necesita de prueba alguna, idea absoluta, espíritu universal, voluntad universal, "sustitución universal" de lo psíquico, que es colocado como base de lo físico: todo ello es una y la misma idea, solo que bajo diferentes formulaciones. Todo hombre conoce -y las ciencias naturales estudian- la idea, el espíritu, la voluntad, lo síquico, como función del cerebro humano que trabaja normalmente; desligar esta función de la materia organizada de una manera determinada, convertir esa función en una abstracción universal, general, "sustituir" esta abstracción colocándola como base de toda la naturaleza física, son quimeras del idealismo filosófico, es mofarse de las ciencias naturales.

El materialismo dice que "la experiencia socialmente organizada de los seres vivientes" es un derivado de la naturaleza física, el resultado de un largo desarrollo de ésta, de un desarrollo comenzando cuando la naturaleza física se hallaba en un estado tal en que no había no podía haber sociedad, ni organización, ni experiencia seres vivientes. El idealismo dice que la naturaleza física es un derivado de esa experiencia de los seres vivientes, y, al decirlo, el idealismo equipara la naturaleza a Dios (si no es que la somete a él). Porque Dios es, sin duda alguna, un derivado de la experiencia socialmente organizada de los seres vivientes. Por más que se dé vueltas a la filosofía de Bogdánov, no contiene otra cosa que confusión reaccionaria.

...Pensar que el idealismo filosófico desaparecerá por el hecho de que la conciencia del individuo sea reemplazada por la conciencia de la humanidad, o la experiencia de un solo hombre por la experiencia socialmente organizada, es como pensar que el capitalismo desaparecerá por el hecho de que un capitalista sea reemplazado por una sociedad anónima.

(Lenin, V. I. Materialismo y empiriocriticismo. Obras completas. Tomo 14. Editorial Cártago, Buenos Aires, 1960. Páginas 227-228)

El mundo físico es denominado experiencia humana y se declara que la experiencia física está colocada "más arriba" en la cadena del desarrollo con respecto a la experiencia síquica. Pero si esto es un manifiesto contrasentido. Contrasentido precisamente inherente a toda filosofía idealista. Es sencillamente ridículo que Bogdánov presente también como materialismo un "sistema" de esta guisa; la naturaleza -dice- es también para mí lo primario, y el espíritu, lo secundario. Así aplicada la definición de Engels, resulta que Hegel es también materialista puesto que también en él la experiencia síquica (bajo el nombre de idea absoluta) viene en primer lugar, y luego el mundo físico, la naturaleza, situada "más arriba" y por fin el conocimiento humano, que a través de la naturaleza concibe la idea absoluta.

Ni un sólo idealista negará en ese sentido la prioridad de la naturaleza, porque en realidad eso no es prioridad, en realidad la naturaleza no está considerada en este caso como lo directamente dado, como el punto de partida de la gnoseología. En verdad nos conduce hasta la naturaleza una larga transición a través de abstracciones de "lo síquico". Da lo mismo que esas abstracciones sean llamadas idea absoluta, Yo universal, voluntad universal, etc., etc. Así se distinguen las variedades del idealismo y tales variedades existen en número infinito.

La esencia del idealismo consiste en tomar lo síquico como punto de partida; la naturaleza está deducida de él, y ya después la conciencia humana ordinaria es deducida de la naturaleza. "Lo síquico", tomado como punto de partida, es siempre, por tanto una abstracción muerta, disimuladora de una teología diluida. Todos saben, por ejemplo, lo que es la idea humana, pero la idea sin el hombre o anterior al hombre, la idea en abstracto, la idea absoluta es una invención teológica del idealista Hegel. Todo el mundo sabe lo que es la sensación humana, pero la sensación sin el hombre, anterior al hombre, es absurdo, una abstracción muerta, un subterfugio idealista.

No hay sensaciones (humanas) sin el hombre. Luego el primer peldaño es una abstracción idealista muerta. En realidad tenemos en este caso ante nosotros no las sensaciones humanas conocidas y familiares para todos, sino unas sensaciones imaginadas, sensaciones de nadie, sensaciones en general, sensaciones divinizadas, lo mismo que la corriente idea humana se diviniza en Hegel tan pronto como es separada del hombre y del cerebro humano.

(Lenin, V. I. Materialismo y empiriocriticismo. Obras. Tomo 14. Edición argentina. Páginas 224-225)

Esto no es otra cosa que idealismo, pues lo síquico, es decir, la conciencia, la representación, la sensación, etc., está considerada como lo inmediato, mientras que lo físico se deduce de él, es sustituido por lo síquico, que le sirve de base. El mundo es el no-Yo creado por nuestro YO, decía Fichte. El mundo es la idea absoluta, afirmaba Hegel. El mundo es voluntad, sostenía Schopenhauer. El mundo es noción y representación, asevera el inmanentista Schuppe. Lo físico es la sustitución de lo síquico, decía Bogdánov. Se necesita estar ciego para no ver la misma esencia idealista bajo todos esos diferentes adornos verbales.

(Lenin, V. I. Materialismo y Empiriocriticismo. Obras. Tomo 14. Edición argentina. P. 228)

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